jueves, 15 de abril de 2010

HISTORIAS DE LA PREHISTORIA: LAURA SABATER



HISTORIAS DE LA PREHISTORIA
La nueva tribu: Laura Sabater.


Los siguientes trabajos que iré publicando paulatinamente en esta entrada están realizados por mis alumnos de sexto de primaria.
Los relatos tenían como objetivo repasar la unidad didáctica de la Prehistoria que fue trabajada a fondo en el curso anterior.
Los alumnos debían escribir una historia que se desarrollara en una de las edades de la Prehistoria, La única condición era que siguiera los ejes de estudio en los cuales basamos nuestro trabajo sobre las etapas de la historia:
a) Qué trabajo hacen los hombres para poder vivir
b) Cómo viven los hombres de la época
c) Cómo se organizan los hombres de la época
d) Cómo piensan y desarrollan su espiritualidad y creatividad los hombres y mujeres de la época.
El hecho de que el trabajo de repaso de la unidad se haga en forma de un escrito individual es para que sea el alumno quien haga su propia versión de la prehistoria y globalice los conocimientos, no solamente de conocimiento del medio sino también de lengua. La lengua como elemento básico de la construcción del conocimiento.
De esta forma relacionarán un medio temporal, espacial, los conceptos construidos en el aula y su propia inventiva.


A continuación tenemos un extraordinario trabajo de Laura Sabater Matas de 6º C.
El trabajo de Laura es para mi excelente. Ha entendido de forma increíble la dureza de la vida del hombre del paleolítico. La lucha diaria y constante por la supervivencia. Como la economía depredadora hace al hombre dependiente de su medio. Un medio que fue muy hostil con los hombres y el cual moldeó la cultura humana hasta nuestros días.

LA NUEVA TRIBU: Por Laura Sabater Matas

En una noche fría hace más de veinte mil años, un joven cazador delgado, cubierto por ropa de cuero y pieles de animales iba en busca de comida junto a otros cazadores.
Todos los cazadores del clan sabían que Torka, así se llamaba nuestro protagonista, jamás les fallaría. Los hombres se habían dado cuenta de que su amigo era un líder que perseguía su bien y su supervivencia. Torka buscaba un refugio contra el peligro del frío. Mientras andaban para defenderse del viento se apoyaban en sus lanzas para no caerse y se protegían las cabezas con pieles a modo de capuchas.
Sus ropajes hechos por ellos mismos a base de pieles de animales apenas les podían proteger del frío.
Los cazadores tenían el estómago vacío y el hambre les hacía sufrir, estaban muy cansados y ansiosos por ver rebaños. Pero no encontraban nada que poder cazar.
Anduvieron y anduvieron hasta volver a su campamento de invierno, pero sin nada de caza.
Era una tribu con muy pequeña formada por menos cuarenta personas. Habían trabajado para hacer refugios entre la vegetación que les sirvieran para protegerse del frío. Los tejados los hacían con pieles de bisonte sobre costillas de mamut.
Guardaban comida para los largos meses de invierno, seguros de que antes de que pudieran llegar a pasar hambre volverían los rebaños para alimentarles. Los cazadores salían todos los días en busca de caza, pero regresaban muchos días con las manos vacías. La comida que habían guardado se acababa. Las mujeres estaban preocupadas porque sus trampas también estaban vacías y el invierno no dejaba muchos frutos que recoger. La leche con que amamantar a sus pequeños se secaba en sus pechos y los pequeños lloraban de hambre.
Un nuevo día y los cazadores volvieron a salir a cazar. De ellos dependía el clan. Estaban hambrientos y muy cansados y casi no podían sujetar su cuchillo y sus afiladas lanzas.
Después de tres días de haber salido del campamento no habían encontrado nada que poder llevarles a sus mujeres e hijos.
Torka pensaba que en el campamento se encontraba su querida mujer Helena que acababa de dar a luz a su segundo hijo. Tampoco podía olvidarse de su primer hijo Kipo de cinco años. Kipo estaba cada día más pálido y débil.
Al comienzo de cuarto día por fin los cazadores encontraron un mamut congelado por el hielo. Estaban muy contentos pensando que podrían salvar sus vidas y las de su clan.
Sacaron sus cuchillos para empezar a cortar la carne helada del mamut, chuparon su sangre para alimentarse y coger fuerza para volver al campamento. Mientras cortaban con dificultad la carne congelada del animal vieron una sombra sobre ellos. Tenían la sensación de les estaban vigilando.
Un mamut macho de unos cinco metros y medio estaba allí, con sus largos colmillos de marfil. Torka rápidamente se levantó. Jamás había visto un mamut tan grande. Era el macho de la hembra que habían encontrado muerta sobre el hielo. El mamut se abalanzó sobre ellos. Echaron a correr unos junto a los otros. Viendo que el tremendo animal les alcanzaba Torka les dijo
- “…alejaros de mi. ¡Buscad un sitio alto… yo lo despistaré!”.
Aquel animal era el más grande que Torka había visto en su vida. Él pensaba que sus compañeros habrían podido salvarse pero no fue así. Arrastró y pisoteó a los cazadores. Más tarde fue a por Torka aumentando la velocidad. El hombre se quedó quieto, el mamut lo miraba fijamente con odio. Levantó su enorme trompa pero el cazador no se apartó, salió a su encuentro y le arrojó su lanza, clavándosela en el pecho.
Triste y muy cansado regresó al campamento. Mientras se acercaba tenía una mala intuición… no se oían voces de niños ni ruidos de gente. Todo estaba en silencio. Torka corrió y vio todo el campamento destrozado. Alguna fiera les había atacado no sobreviviendo nadie más que su abuelo Tachuko y una chica muy joven llamada Jasha.
Su mujer y sus hijos habían muerto. Se quedó muy triste, desanimado y desesperado.
Pasados unos días el abuelo le dijo
“… tenemos que irnos de aquí porque estamos en peligro”
Al día siguiente se marcharon pero Torka llevaba la venganza en su corazón y buscaría la fiera que atacó su poblado.
Su abuelo lo sabía y no estaba de acuerdo. Había visto el terror en el poblado y no veía la forma de poder matar a ese animal. Después de algunos días de charlas de Tachuko, Torka comprendió y buscaron refugio para poder sobrevivir.
Buscaban un nuevo lugar pero tenían que asegurarse que este nuevo hogar les diera mucha caza para poder sobrevivir.
Caminando oyeron ruidos extraños, algo les seguía. Finalmente vieron un perro salvaje que les vigilaba. El perro no se movió. Era muy grande, joven y flaco. Estaba hambriento y probablemente había escogido a los tres supervivientes para su próxima comida.
El perro atacó al abuelo porque era el más débil. Torka se interpuso e impidió con su lanza la muerte de su abuelo. El perro retrocedió y echó a correr aunque no se dio por vencido porque continuó siguiéndoles para atacarles cuando se despistaran.
Pasaron una sendo y el viejo y el perro vieron al mismo tiempo un animal muerto y abandonado por un lobo. Ante el hambre se olvidaron del miedo y se acercaron a la presa los cuatro. Los hombres empezaron a gritar para que el perro retrocediera. El animal acobardado retrocede y mira como el anciano y Torka se lanzan sobre el animal muerto para comérselo.
Se acercó después Jasha. Comían con tanta ansiedad que no se dieron cuenta de que el perro se había unido a ellos para coger un trozo de carne. Cuando levantaron la cabeza y vieron que el animal comía a su lado sus ojos se helaron y el perro también asustado dejó de comer.
Los tres continuaron comiendo y no echaron al perro de allí. Compartieron la comida. Los hombres y la mujer pensaron si los espíritus les habían enviado a aquel perro joven…pudiera servirles de alimento. Pero no fue así. El perro ya no era una amenaza. Ellos habían permitido al perro compartir la comida, así fue como parecieron llegar al acuerdo de no hacerse daño los unos a los otros. En adelante todos pertenecerían a la misma manada.
Pasaron la noche y al amanecer se sintieron contentos porque todavía estaban vivos.
Continuaron la marcha. Los hombres delante y el perro siguiéndoles. Se paraban y el perro también se detenía. Echaban a andar y el perro continuaba a su lado.
Caminaban encorvados por el peso de sus bultos. Vieron las huellas de una fiera que finalmente resultó ser un mamut. Parecía que la fiera se dirigía al este y ellos se dirigieron al oeste.
Jasha era una chica de ojos grandes y redondos como un antílope. Valiente. Desde muy niña había estado enamorada de Torka. Aunque él no sabía nada, ella se conformaba con vivir a su lado, con verle y oír su voz.
Tenía hambre y estaba cansada. Llevaba semanas en las que apenas probaba bocado. Ya era casi de noche y el viento era muy fuerte, pero ellos siguieron caminando. Jasha se dio cuenta de que les seguían. Sabía que era una manada de zorras. Torka y el abuelo cogieron sus lanzas, largas y hechas de huesos de animales muertos. Las habían hecho años atrás los cazadores de la horda y cada una de ellas llevaba una punta de piedra o marfil. Llevaban también un puñal hecho de piedra y una maza con el fémur de un bisonte de largos cuernos.
Las zorras se les echaron encima. Ellos levantaron sus lanzas y se las clavaron matando a algunas zorras. Torka dijo
- “ahora nos daremos un festín”.
Jasha lo miró y sonrió. El abuelo miró al perro y vio que llevaba el hocico manchado de sangre, pero no tenía heridas.
El viento soplaba muy fuerte. Con sus puñales de piedra desollaron a las zorras, sin dejar de comer y beber sangre dulce y caliente. Después se pusieron a trabajar juntos para montar una choza donde refugiarse de la tormenta. Utilizaron un hacha una cuña de piedra para poder romper la superficie, para hacer un hueco circular de unos dos metros y encima pusieron una piel de bisonte.
Una vez terminada la choza podrían acostarse y descansar hasta el día siguiente. El resto de zorras las guardaron en un pozo excavado cerca de la cabaña.
Jasha encendió un fuego, eran las tareas de las mujeres. La madre de Jasha le había enseñado a la perfección. Se alimentaban con la carne de las zorras y antes de que la carne se acabara Jasha se ocupó de poner trampas y consiguió cazar ratones para asar.
Jasha se acercó a Torka para regalarle una túnica nueva, hecha por ella con las pieles y colas de las zorras.
Torka no le agradeció el que le hubiera hecho la túnica, es más, no se la puso. Le hizo recordar a su mujer, que era la que hacía y le remendaba todas sus prendas. Torka la odiaba, era la única mujer que había sobrevivido en el campamento.
Levantaron el campamento y se dirigieron hacia el este, en busca de los rebaños de caribúes que ya regresaban. También los pájaros para hacer sus nidos, que vendrían en bandadas para criar a sus polluelos y que les servirían de comida.
Llevaban varias horas de viaje. El cansancio les hizo parar en un lugar que le pareció adecuado para levantar una choza poder descansar y dormir esa noche. Jasha se dirigió hacia el río que estaba cerca, metió una especie de red y pescó muchísimos peces.
Los dos hombres estaban contentos y se sentían orgullosos de ella. Jasha encendió una hoguera con huesos de zorra secos y trozos de hierba. Asaron el pescado y se lo comieron hasta hartarse compartiéndolo con el perro salvaje. Lo que les sobró lo guardaron debajo de sus pieles de dormir para utilizarlo cuando hiciera falta.
A la mañana siguiente, desmontaron la choza y siguieron hacia el este para cazar caribúes. A su llegada a las colinas del este, montaron otra vez la choza y descansaron para recuperar fuerzas.
Los hombres irían en busca de caza y Jasha se ocuparía de afilar los utensilios de piedra y huesos mientras ellos descansaban.
Torka y el abuelo salieron a cazar, vieron los rebaños a lo lejos, se acercaron cuidadosamente para no espantarlos y alcanzaron con sus lanzas a dos hembras. Se sintieron muy satisfechos. Regresaron a la choza y Jasha les sonrió al verles. Encendió la hoguera para comer la mejor carne de cuantas habían probado. Más tarde pensó que con la piel de los caribúes haría nuevas ropas para los tres.
Torka hizo señas a Jasha para que se acercara y le dijo:
- “¡toma! ¡come!... ¿es que no sabes cuándo tienes que parar?”.
Golpeó el suelo y dijo:
- “¡ven! Siéntate encima de las pieles y caliéntate al fuego. ¡Descansa y come!”
Se sentó y comieron en silencio alrededor del fuego. Ella estaba nerviosa sentada junto a él y sabía que aunque la había llamado no se daba cuenta de su presencia. El corazón de Torka estaba con su mujer e hijos… con todo lo que había perdido y que jamás podría recuperar.
Torka se echó sobre sus pieles a descansar. El abuelo se había dormido, pero Jasha y el perro aún seguían despiertos. Torka oyó un ruido, de nuevo algo les vigilaba. De pronto un lobo saltó por encima de él, el perro salvaje se interpuso. Torka aprovechó para acercarse a por sus lanzas que estaban en la choza. Eran cuatro lobos. Uno de ellos yacía muerto. El perro le había mordido en la garganta con sus grandes colmillos.
Todavía quedaban tres lobos, uno atacó a Jasha y le mordió en el brazo haciéndole una gran herida. Torka atacó al lobo lanzándole sus lanzas y la fiera cayó retorciéndose de dolor, los otros lobos huyeron.
Torka se acercó rápidamente a Jasha a ver que tenía en el brazo. La muchacha lo tenía doblado y ensangrentado. La sangre la cubría por entero. Se preguntaba si estaba muerta. Su corazón palpitó muy rápido pensando en lo mucho que la echaría de menos. Pero la muchacha no estaba muerta, estaba herida y asustada.
Torka le subió la manga de pieles empapada de sangre y vio los cortes tan profundos que el lobo le había hecho. Dijo muy preocupado:
- “¡Esto habrá que coserlo!”
Pero Jasha no se asustó, era una chica muy fuerte. Además el hecho de fuera Torka quien la curara le daba una gran seguridad.
Torka comprendió que si tenían que sobrevivir, tenían que buscar un lugar más seguro que no un mero campamento al aire libre. Por ello les dijo a la chica y a su abuelo que recogieran todo para ir a la montaña. Allí instalarían su nuevo campamento. Se pusieron en camino, avanzaron hacia la enorme montaña de hielo, caminaron hasta que se hizo de noche, luego se pararon y excavaron para hacer una choza. Pusieron sus pieles en el suelo para poder dormir.
La montaña estaba más lejos de lo que les había parecido en un principio. Torka se despertó y miró hacia el este en dirección a la montaña. Ya no era de noche, había amanecido y prosiguieron la marcha. La montaña estaba cada vez más cerca, así y todo pararon para descansar contemplando la altura desde abajo. Jamás habían visto una montaña tan grande.
- “¡Vamos!”- dijo Torka impaciente por encontrar un refugio antes de que volviera la oscuridad de la noche.
Siguieron caminando, Jasha tenía calor y se sentía muy cansada. Pero a pesar de todo, no se quejaba. Caminaba detrás de Torka manteniéndose cerca de él. El brazo le dolía mucho. El lobo no había desgarrado sólo la piel, sino que también había llegado al hueso. La muchacha no había dicho nada pero se encontraba muy mal. Sus ojos brillaban de la fiebre. Torka parecía no darse cuenta de nada.
Fue el abuelo quien se dio cuenta de que la muchacha estaba muy débil y propuso descansar. El anciano buscó ramitas para que Jasha chupara los tallos y le explicó que los espíritus correrían por su cuerpo, le calmarían el dolor y luego se marcharían.
Tal y como había dicho el abuelo, la fiebre de la chica bajó y el dolor del brazo disminuyó. Jasha le dio las gracias a Tachuko por todo lo que había hecho por ella. El hombre le dijo que se lo agradeciera a los grandes espíritus y así lo hizo la muchacha.
Continuaron la marcha. La montaña estaba delante y Torka se detuvo. Luego lo hicieron a su lado la chica, el abuelo. El perro se paró cerca del anciano. Hacía un viento muy frío. Unos lobos empezaron a aullar. Debían ser gigantescos por la potencia de sus aullidos. Este hecho hizo que montaran el campamento antes de que anocheciera.
-“Nos instalaremos en alguna cueva dentro de la montaña”- dijo Torka.
Tuvieron mucha dificultad para subir a la cima que les llevaba a las cuevas, pero aún así consiguieron llegar. Jasha volvía a sentirse mal. El brazo le dolía y de nuevo tenía fiebre. Ella no podía permitirse ahora entorpecer el trabajo y pensó antes en sus compañeros que en ella misma. Por ello empezó a encender un fuego con la mezcla de huesos y musgos secos que había llevado sobre sus espaldas. Cogió varios trozos de chuletas de caribú y los puso sobre el fuego. Se sentaron todos juntos alrededor del fuego para comer. El ver como comían tan a gusto con lo que ella había preparado hizo que Jasha se sintiera alagada.
Jasha se quitó el vendaje que le había puesto Torka, lo que vio debajo de los vendajes no le sorprendió. El brazo de la muchacha sangraba de nuevo. Ella no se había quejado en absoluto. El anciano dijo que estaba infectado. El abuelo había visto cazadores que habían perdido dedos, miembros e incluso la vida por descuidos como este.
A Torka le sacaba de quicio que entre todas las mujeres de la tribu, ella fuera la única superviviente. Le agarró el brazo sano y la arrastró hasta la entrada de la cueva donde puso el brazo herido de Sasha bajo la lluvia y gritó de forma espeluznante:
-“Esta hembra es la única en el mundo, si el clan ha de sobrevivir tiene que nacer de nuevo a través de ella algún día. Ella no se cuida y si ella muere lo hará nuestro pueblo. Si la hembra no se cuida, será Torka quién cuide de ella.”-
Con los dedos el hombre joven abrió las costras infectadas y dejó que las limpiara la lluvia fría y curativa. La muchacha se retorcía de dolor. Él la mantenía bien sujeta. El viejo furioso por lo que su nieto hacía se interpuso entre ellos y Torka soltó a la muchacha. Jasha se desmayó. El abuelo le dijo a su joven nieto:
-“Eres fuerte y valiente, pero estás ciego cuando se trata de esta mujer”-.
Pasaron los días y Jasha se encontraba ya mucho mejor. La fiebre había desparecido y la herida del brazo cicatrizaba sin problemas. Incluso había recuperado el apetito.
Los hombres preparaban sus lanzas con las puntas de piedras que habían cogido en la montaña. Jasha mientras tanto raspaba las pieles de caribú para hacer dos trajes nuevos y poder vestir nueves prendas secas y limpias después de las duras jornadas de caza.
Torka miró a la mujer y retiró sus ojos de ella antes de que la chica pudiera darse cuenta. Ella le ofreció un trozo de carne asada y el joven cazador la volvió a mirar, esta vez de forma clara. Después le habló. Ella sintió una gran felicidad.
El rostro de Jasha era suave, bronceado y hermoso. Por primera vez Torka dejó de pensar en su mujer y sus hijos al ver la muchacha. Finalmente su esposa estaba muerta y Jasha estaba viva. Torka miró de nuevo a la muchacha y le preguntó si quería ser su pareja. Juntos empezarían a crear una nueva familia, una nuevo grupo. Una nueva tribu.


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